Pero, entonces ¿cómo saber si solamente se trata de un malestar pasajero relacionado con un mal día o una mala semana? ¿Cómo saber si se trata de una depresión?
La depresión es una enfermedad. Es una enfermedad similar a cualquier otra, que hasta la persona más fuerte y sana puede llegar a padecer. Puede afectar en cualquier momento de la vida, desde la niñez temprana hasta la vejez. Como en otras enfermedades, existe mayor susceptibilidad en algunas personas y familias que en otras. En algunos pacientes se podrán identificar ciertos hechos desencadenantes, y en otros, el cuadro clínico aparecerá de la nada, sin razón aparente.
La depresión es un desorden del estado de ánimo cuyas múltiples causas incluyen, entre otras, factores genéticos, neuroquímicos, psicológico-sociales, factores de desarrollo, otras enfermedades y ciertas drogas y fármacos. Su intensidad y severidad en general no son modificables por simples cambios en el mundo externo del individuo.
Se puede suponer que una persona presenta un episodio depresivo cuando durante un período de 2 ó más semanas aparece alguna de las siguientes manifestaciones: cambios en el ritmo del sueño, en el apetito, agitación o inactividad, sensación de pérdida de energía, apatía, fatiga y/o disminución del deseo sexual. También tristeza, dificultad para concentrarse, sentimientos de culpa, autorreproches, sentimiento de que se es "una carga para los demás", desesperanza, baja autoestima, sensación de "sin salida", indiferencia, ideas de suicidio, aislamiento y dificultad para experimentar placer en todos los órdenes. Se trata de una enfermedad muy común que afecta por lo menos al 3% de la población y por estadísticas se sabe que cerca del 50% de los pacientes no recibe tratamiento adecuado.
Un porcentaje muy importante de las personas que son atendidas en los servicios de psicopatología está representado por pacientes que padecen trastornos depresivos. Sin embargo, es habitual que el paciente consulte en primera instancia a su médico clínico y la razón de esta consulta es, en general, alguna de las mil caras con las que se presenta la depresión. Dolores vagos e indefinidos, cefaleas, trastornos del sueño, alteraciones del apetito, malestares gastrointestinales, desgano y fatiga son sólo algunas de ellas. El paciente habla de sus dolores, malestares y molestias y, aunque todavía ni él mismo lo sabe, podría estar diciéndole a su clínico (sin decirlo) que está deprimido. En ciertos casos, esta manera de presentarse hace que el diagnóstico de la depresión sea una tarea difícil para el médico.
La familia de un paciente deprimido se enfrenta con alguien que aparece como desconocido y que genera sentimientos encontrados y contradictorios, desde la compasión a la bronca, de la empatia al rechazo. Sugerencias habituales como "pensá positivamente", "salí", "hace cosas", "encontrate con gente", etc., son fáciles de cumplir si no se está deprimido. No se trata de una cuestión de voluntad ni de debilidad. El paciente no puede responder a sus propias exigencias y su sensación de fracaso y ruina aumentan.
Un mayor conocimiento de la enfermedad, fármacos antidepresivos específicos altamente efectivos y seguros, novedosos instrumentos de diagnóstico de laboratorio y por imágenes, así como el trabajo en equipos multidiscipinarios, han permitido aumentar marcadamente el porcentaje de éxitos terapéuticos, y disminuir el sufrimiento de muchos pacientes y sus familias. La severidad, gravedad y características de cada caso van a determinar los métodos terapéuticos utilizados, así como el perfil de los profesionales involucrados.
Algunos pacientes deben ser internados para su adecuado tratamiento cuando el grado de su perturbación, la intensidad de sus ideas de suicidio o su dañada capacidad de autocuidado así lo requieran. La depresión es tratable con éxito entre el 80% y el 90% de los casos con uno o más de los métodos terapéuticos disponibles actualmente.
Como ocurre con otras enfermedades, cuanto antes se efectúe la consulta y se inicie el tratamiento adecuado, el pronóstico mejora y se previenen complicaciones que pueden llegar a ser sumamente graves.
Dr. Pablo Rozic
Jefe del Departamento de Psiquiatría